¿Un mundo sin libros?

leasPara algunos sin ellos se puede vivir dignamente, incluso se ha hecho así por siglos, y todavía hoy millones de personas en el mundo lo intentan cotidianamente. Pero para otros, tal vez los menos, resultaría imposible imaginar siquiera un mundo sin libros en el que mereciera la pena vivir.
Sin libros, todas las voces de nuestra lengua perderían a la vuelta de la esquina gran parte de su significado, de su riqueza, de su gracia y de su calidad. Una idea compartida por millones de lectores en todo el planeta y por miles de personas en México.
De ahí la importancia que le damos a ferias del libro como la de Guadalajara. La más importante por el número de visitantes lectores en todo el globo terráqueo. Aclaración: la feria del libro de Frankfurt, Alemania, está diseñada más bien para editores y comercializadores.
Y esos lectores mexicanos no se han sentido solos en esa idea de un mundo sin libros, cuando en cada uno de los días en que se desarrolla la Feria de Guadalajara, casi siempre entre finales de noviembre y principios de diciembre, desde que se inauguró este evento cultural, la presencia de notables escritores de diferentes nacionalidades se ha hecho notar al respecto.
En este sentido la escritora española Almudena Grandes reconoce que ha aprendido muchas más cosas en los libros que en la vida: “Y he sido feliz, desgraciada, y me he reído, y he llorado, y me he asustado, y me he emocionado, y me he enamorado, y me he desenamorado muchas veces más, porque los libros viven, laten, palpitan con su propio corazón”. Y reconoce que “tal vez sería capaz de llegar a ser feliz trabajando en otra cosa”, pero, sin duda, para ella, “vivir sin leer ya no sería vivir, sino un sucedáneo insoportable de la vida”.
Gracias a ellos no nos sentimos solos. Eso cree Xavier Güell, director de orquesta y escritor también español. Asegura que la lectura “es el gran motor de la vida no sólo porque nos inspira y nos revela el sorprendente significado de nuestra existencia, sino porque nos enseña a compartir; a salir de nosotros mismos para penetrar en otros mundos que acabamos reconociendo como propios. Y por fin comprendemos que el pulso desenfrenado de la alegría y el dolor, de la duda y la certeza, de la realidad y los sueños que yace en la literatura es en definitiva el espejo perfecto donde inevitablemente nos reflejamos. Flaubert tenía razón al decir: ‘Lee para vivir’. Sabía bien que la palabra escrita se funde en nuestro interior y nos da la energía necesaria para afrontar mejor el difícil reto de nuestras vidas”.

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